Enseñar
no se hace sólo de ciencia y técnica. Se requieren otras cosas, como respeto,
tolerancia, humildad, el gusto por la alegría y la vida, la apertura a lo
nuevo, la disponibilidad al cambio, la perseverancia, el rechazo a los
fatalismos, la identificación con la esperanza y la apertura a la justicia.
Enseñar
no es transferir conocimientos, y aprender no es repetir la lección dada. Hay
que experimentar, comprobar y construir para cambiar y mejorar. El que aprende
es el propio artífice de su formación, con la ayuda del que enseña. Esto
requiere ante todo respeto tanto a la persona que quiera cambiar como a la que
no lo quiera.
Al
enseñar hay que estar dispuesto a aceptar lo diferente. A pensar que podemos
influir en el futuro y no creer que debemos esperar algo inexorable. Aquí juega
un papel esencial la alegría en el aprender que genera la esperanza que nos
permite luchar por un futuro mejor. Cambiar es difícil, pero es posible.
El
que enseña también debe estar abierto al gusto de querer bien al que aprende,
de apreciar la práctica educativa en la que participa. No le teme a ser
afectivo, pero tampoco permite que la afectividad interfiera en el cumplimiento
ético de su deber.
Enseñar
es una experiencia alegre por naturaleza. La alegría no es enemiga del rigor.
La alegría es parte del proceso de búsqueda, no sólo del encuentro con lo
buscado.
El
verdadero educador es un formador y no un mero adiestrador, transferidor de
saberes o ejercitador de destrezas. El verdadero educador trabaja con los sueños
y las utopías de los que aprenden. Trabaja con personas y no con cosas.
La
verdadera autoridad del que enseña estimula el ejercicio de la libertad,
apuesta a ella. La libertad se ejercita tomando decisiones y asumiendo las
consecuencias de estas. Se aprende a decidir tomando decisiones. Tomar la
decisión de asumir las consecuencias de nuestras decisiones es también parte
del aprendizaje. Toda decisión trae consecuencias, esperadas o inesperadas. La
decisión es un proceso responsable.
La
educación es una toma consciente de decisiones. El verdadero educador apuesta
por las mejoras, por la capacidad que tenemos de aprender a pensar correctamente.
Se trata de una decisión que no es neutral. Por cumplir con ella lucharán hasta
el cansancio. Pero esos educadores también apuestan a la libertad y es por ello
que desarrollan su lucha respetando a toda prueba la voluntad del que aprende.
Dondequiera
que existan personas siempre hay algo que hacer, que aprender y que enseñar.
Un
homenaje al pensamiento de Paulo Freire
Lic.
Hugo Sánchez Morales